Con destreza,
el desierto se apodera del silencio.
Lúgubres peldaños escalaremos
con pértigas de azufre
y agotados por el abrazo de un espantapájaros de titanio,
nuestras uñas serán cuchillos
rasgando la piel como en un océano de sangre.
El camino será la mansedumbre
de un castillo de naipes de platino y hambre
porque quién resiste,
gana.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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