sábado, 2 de marzo de 2013

CAYUCOS


El mar es un camposanto de lágrimas.
El cielo, el espejo empañado del vaho
de los agónicos lamentos.
La tierra que besan las aguas salinas,
el abrazo vacío ausente de emociones.
Y el aire, el aire
sólo trae llantos de niños muertos
en amaneceres de rocío sangriento
y mudo trino de las aves.

Francisco J. Segovia -Granada-

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