Bebí de la fuente de la vida.
Viví en la montaña de la noche...
Del fuego que fui apagando
con el agua de la fuente
aún quedan rescoldos
pero ya no me producen náuseas
y cuando llega la noche
nada me impide conciliar el sueño
porque todo cuanto me inquietaba
ha ido deshaciéndose con el correr
infatigable del tiempo
y aunque sigo viéndome
en todas partes también siento
junto a mí otras presencias
que hacen que mi sed de vida
sea menos angustiosa
porque sé que mi sed es compartida
y que hay otros que también
se acercan a la fuente
y quieren vivir en la oscura
montaña donde descansar
hasta que el fuego se extinga.
Ahora la ebriedad no me preocupa
es más deseo estar ebrio
y no salir de ese estado
porque beber y beber vida
aleja de mí a la persistente muerte.
JOSÉ LUIS RUBIO
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