Yo era bueno y dócil y añoraba volver al redil.
Todo ocurrió el día que me dijeron que era demasiado bueno e inocente
para enamorar,
que tenía que ser malo.
Yo replicaba,
zarandeaba mis adentros,
pero pocas veces encontré sonrisas preciosas y pícaras.
Ser bueno, ser malo.
Las huellas de sol que pisé,
repasan y revolotean por las ciénagas de lo que escondí
por no dañar la costra de lo inasible.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario