Miro tu cara y tus ojos parecen hachazos.
Cada parpadeo es una esposa,
cada pestaña un tabique de láudano,
Te miro a los ojos
y soy un rito,
la dicha del vaivén.
Después miraré tu cuerpo
y mis temores se convertirán en calamidad.
Me vuelvo arrojadizo
y soy un paseo por las sienes del Kilimanjaro.
Rompo el catálogo de indecencias que imagino,
balbuceo como una persona cualquiera
y me conformo con amueblar los paisajes
con el color tierra de tu pelo.
Solo me queda retozar entre puntos suspensivos.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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