La niña entra corriendo al cuarto. Agarra por los pelos a su muñeca preferida y le da una mordida en la cara. Sosteniéndola con rabia por el cuello, comienza a arrancar uno tras otro los botones de la pequeña bata. El rostro de la niña se ha transfigurado. El entrecejo fruncido la hace ver terrible y graciosa. Golpea la muñeca contra el piso. Desprende un brazo, el otro, las piernas. Pero su furia apenas se apacigua. Respirando con dificultad, vuelve a clavar los dientes en la cabeza magullada del juguete, mientras un gruñido intenta salir de su boca. La madre irrumpe en la habitación. El cinto cuelga del hombro. La niña la mira, contiene el grito. No hay lágrimas. Sin embargo, sus ojos reflejan una oscura angustia y sus dientecitos se adentran un poco más en la goma.
Este cuento ganó el primer premio en el concurso internacional de minicuentos El Dinosaurio 2010
Ketty Margarita Blanco -Cuba-
Hola, el cuento me parece profundo y con mucha fuerza. En pocas palabras, la autora logra describir cuán hondo llega la violencia que se le imprime a los hijos, muchas veces sin las madres ser conciente de eso. Madres que hoy reclaman la no violencia contra las mujeres.
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