Frotando mi cola
contra sus pantalones blancos
celebro a mi amigo Vito, el cocinero
él me arrea una patadita
-su cariño es de los rústicos-
“ ¡cabrón, porquería de 4 patas!” me llama
y como al descuido deja caer
alguna gamba de buen tamaño
o un jugoso trozo de lomo,
por mi parte, le hago algunos malabares
con una arveja perdida
o lo que encuentre, para divertirlo,
después descanso
sobre unos diarios viejos
aplastando una pila
de malas noticias.
Del libro Un gato negro en Paris de Leonardo Morgan
Publicado en la revista Nevando en la Guinea 31
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