Soy peregrino que recorro
con mi cayado y mi mochila
caminos de piedras que se cruzan
formando cadenas de siglos.
Escucho a su eco,
siempre la misma sinfonía,
siempre la misma canción...
El destino me acompaña
por paisajes desterrados.
Es mi mente un desierto
donde se borran las huellas,
donde el rumbo se perdió
y no encuentro mi estrella.
Llego a la meta del acantilado
donde las horas es una sola hora
eternamente repartida
bajo el cielo lluvioso
y movida por los rayos del sol.
Se apoderó la incertidumbre
de esta mente perturbada
de preguntas que no cesan,
afirmaciones que no convencen.
En el blanco cielo pasean
caprichos y sentimientos
con esfinges que confunden
y grandes templos elevan
la gloria de los Dioses.
Esta ciega incertidumbre
me reclama el amor
y me grita lo que siento
sin pactos ni ordenes.
A veces,
me refugio en las nubes,
con mi soledad, con mi silencio…
A veces quiero ser del aire,
otras del mar,
otras ser de la tierra
y otras…
dejo que me arrastre el viento.
María Sánchez -San Fernado-
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