martes, 8 de enero de 2013

ANA B.V.


Te decíamos dientes de conejo y nos mirabas odiando al mundo recolocándote con mimo la cola de caballo de tu pelo e intentabas seguir royendo un trozo de verdecida zanahoria. Eras flaca y de ojos de crisantemo y te mirábamos lejanos. Ahora que encuentro como una puñalada tu nombre entre expedientes sin nombre, cuando eres solo una esquela borrada, recuerdo que hace diez, quince años ¿quién recuerda? reventaste de una sobredosis al trote del caballo en tu escalera de bajada. Tu marido, yonki de pedigrí a la antigua usanza, con sus huesos a flor de piel, su cuerpo de venas cuarteadas y su zombi mirar diario, pide una moneda para comer, dice, en las puertas del antiguo Simago de Badajoz. Cada vez que reconoce a alguien de Mérida se escabulle entre los coches en marcha. Serán recuerdos de cunetas, sudor y muerte.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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