viernes, 28 de diciembre de 2012

HAY HOMBRES QUE ME TOCAN


Hay nombres que me tocan en el hombro
rogando acceso al íntimo, profundo,
rincón de mis archivos, donde inscribo
los que, al espolear ciertos impulsos,
se muestran más afines
a quebrantar barreras que a alzar muros.
Unos son, de inmediato, rechazados,
nombres sólo de bulto,
repujados, tal vez, en oro y plata,
pero en el fondo mudos.
Los hay tumultuosos,
que hablan más con el puño,
golpeando la mesa, dialéctica
de cerebros, si eufóricos, oscuros.
Y los que multiplican las palabras,
en farragoso, errático discurso,
enmascarando páramos de ideas.
Ni me vuelvo a mirar, ni los escucho.

Pero los hay de tenue pincelada,
apenas perceptible en otros mundos,
que en mi espalda descargan, levemente,
eléctrica corriente de susurros.
Ni exigen, ni se venden, ni se compran,
se dan, o se insinúan, surco a surco.
La sangre que palpita en sus muñecas
es afín a mi pulso.
A estos abro la puerta, en alborozo,
y a tiza, en mi pizarra, los apunto.
No en bronce o mármol,
garantía de marcha hacia el futuro,
sino en la dimensión perecedera
de mi tablero, si de honor, caduco.

No pienso descartarlos, sólo quiero
hacerles aceptar que el atributo
de eternidad no está garantizado,
que es hoy lo que tenemos, mío y suyo.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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