Y para que en nuestra novela no falte de nada, como corresponde a un pueblo de tan completa entidad, habrá en ella dos tontos. Marcialillo, mocoso y pegadizo, descalzo siempre, aunque lleva más de treinta años pidiendo un duro para unas alpargatas... Y Maricuela, sucia y desgreñada, que dice que tiene de nacimiento un cuartel pintado en la barriga. Y cuando los mozos le dicen que lo enseñe, huye en respingos oblicuos, como una cabra, y da unos grititos de loca que se clavan en el cerebro de todo el que los escucha.
Publicado en el blog José Velarde Yusti

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