sábado, 22 de diciembre de 2012

AUTO DE FE


Hay que ser muy hipócrita, o muy estúpido, para condenar la sexualidad cuando se ha renunciado a ella de forma voluntaria. Los eunucos mentales que todavía habitan por estos lares -¿será un castigo infernal consecuencia de algún pecado primitivo?- son capaces de hablar de lo que no saben, con el valor que da la ignorancia o el fanatismo, y condenar a los que no obedecen sus dictados. La espada flamígera ondea en sus manos, siempre dispuestas a tajar miembros y cabezas para imponer de forma clara el concepto divino de lo que deben ser el hombre y la mujer.

¡Ah, la Ley Divina! ¡Ah, las normas no escritas dibujadas en los genes por la mano de Dios! Las tiaras se alzan en loor de multitudes trashumantes que suben a la montaña de san Pedro a pastar de las palabras del césar en la tierra.

El Pecado, el crimen de la conciencia, gravita sobre la Humanidad. La civilización occidental, de viejas raíces greco judías, tiene cimientos compuestos de osamentas de comedores de peces y habitantes de catacumbas. Los palios ya no cobijan sangrientos dictadores, ni cuervos negros como la noche eterna bendicen cuadros de Goya en amaneceres sangrientos, pero quieren seguir fustigando con el látigo de siete colas de la conciencia e incinerar visionados demonios en hogueras imaginarias, anclados en pasados que ya saben perdidos y enterrados.

Francisco J. Segovia -Granada-

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