jueves, 11 de octubre de 2012

ULTRA HURTO, CON RAPTO AGRAVADO


En días anteriores, ya se habían llevado varias cosas –- vacas, carros, un edificio baldío, un parque de pelota –- y a una que otra persona. Pero esto era el colmo.
El joven detective tomaba notas mientras que su teniente miraba por todo el abarcador lugar, plano en sitios y borrascoso en otros, cráteres esparcidos por todo aquello, cablería y varillas y cuanta madre protuberando del terreno. Desde donde estaban se veía el mar, muy tranquilo esta mañana.
El teniente se acuclilló para palmar la tierra, tibia, donde había estado una avenida.
“Pero, ¿cómo se les ocurre llevarse la ciudad de San Juan entera? ¿Por qué no empezaron con cualquier pueblito? Corozal, Naranjito... Las Marías...
¿Qué sé yo?”
Su joven subordinado lo miró, sin dejar de tomar notas.
“Eso es no tener vergüenza”, proclamó, mirando a un cielo demasiado normal, el teniente. Se irguió y caminó unos pasos, buscando cualquier pista, cualquier cosa, sabiendo que no habría nada.
Se quedó mirando la tierra. “Si están vivos, eso debe ser tremendo desorden”, dijo desde cierta distancia.
El joven lo miró, por primera vez dejando de escribir.
“Y a esto, ¿bajo qué lo ponemos?”
“Sí, no tiene nombre”, le dijo el teniente. “Habrá que ponerle algo.”

Tony Báez Milán (Puerto Rico)
Publicado en la revista digital Minatura 121

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