viernes, 26 de octubre de 2012

MÁS QUE UN DISCURSO


Por Rosemary Maciá Villanueva

Primero se llevaron a los comunistas
pero a mí no me importó
porque yo no era.
En seguida se llevaron a unos obreros
pero a mí no me importó
porque yo tampoco era.
Después detuvieron a los sindicalistas
pero a mí no me importó
porque yo no soy sindicalista.
Luego apresaron a unos curas
pero como yo no soy religioso
tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí                                              
pero ya es tarde.    
                          Martin Niemöller*  

          Por muy conocidas que sean estas palabras hay que repetirlas una y otra vez, a lo mejor así seremos capaces de mirar hacia dentro y entender que lo que sucede en Cartagena es culpa de cada uno de nosotros, porque siempre supimos que la discriminación es el pan de cada día para muchas personas; nos acostumbramos a leerlo en el periódico, pero era algo que le pasaba a “otros”: afrodescendientes, discapacitados y homosexuales, creímos que nunca nos pasaría. Pues resulta que el enano se creció en nuestras propias narices y ya han empezado a mirarnos raro, a hacernos sentir incómodos a pesar de que seamos profesionales de clase media y nunca se nos hubiese pasado por la mente que no seríamos bienvenidos en los sitios chéveres del sector turístico. Sin darnos cuenta nos convertimos en ciudadanos de segunda en nuestra propia ciudad.
                                         
      Muchos se rasgan las vestiduras cuando le pasa a alguien de relativa notoriedad, mientras tanto las personas comunes y corrientes tenemos que conformarnos con que nos digan que  es un simple malentendido, que no ha pasado nada.                                                                                                                                                    
      Yo me pregunto: Cuando los estudiantes de Bellas Artes ya no puedan sentarse en la Plaza de San Diego, cuando los habitantes de Getsemaní hayan sido desalojados, cuando los pocos cartageneros que aún viven en el Centro terminen de vender sus casas coloniales y la mayor parte de nosotros se abstenga definitivamente de ir a ciertos sitios para evitarse la incomodidad, ¿a quién van a discriminar? Seguramente a las élites locales, a esos apellidos que vemos todos los días felices y bien peinados en las páginas sociales del periódico, y que todavía piensan que a ellos NUNCA va a pasarles, entonces reaccionarán, pero ya será demasiado tarde.

* Nota del editor: Estos versos se atribuyen erróneamente a Bertolt Brecht, quizás porque este los usó en la introducción de uno de sus libros.

Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena

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