viernes, 12 de octubre de 2012

GELMAN Y EL PREMIO NOBEL


Nicolás le pregunta al Niño C –en plena borrachera– porqué no le dieron el Nobel a Gelman en 2010 y porqué se insiste con su nominación. La pregunta es doble. Pascale Casanova –entre otros– sostuvo que los contextos y las presiones han hecho que ese premio sea funcional a las modas intelectuales o a los problemas políticos del momento (y, por supuesto, siempre hay excepciones). Entonces, siguiendo esta idea, si en 2010 ganó Vargas Llosa y no Gelman, podría ser porque en el contexto de la crisis internacional desencadenada en 2008, había que apuntalar un referente cultural que haya defendido el neoliberalismo a ultranza, frente a otro, francamente de la vereda de enfrente. La insistencia nacional con Gelman, será, le dice C, porque los derechos humanos en el mercado internacional cotizan en alza, y porque para nuestro contexto político, también. Sí, los derechos humanos cotizan en alza porque en Latinoamérica son una contención social a las constantes desestabilizaciones mediáticas y económicas que los sistemas democráticos atraviesan y, por lo tanto, en el caso de Gelman, su poesía funciona como una especie de antídoto de la memoria frente al autoritarismo de la dictadura. Pero, por eso mismo, también reconfirman un estereotipo latinoamericano funcional a los centros de poder mundiales: acá, en Latinoamérica, solo hay dictaduras que le hacen imposible la vida a la gente. No sostengo con esto que los derechos humanos no sean importantes, ni que carezcan de valor, ni que haya que dejar de escribir al respecto; al contrario, señalo que hoy son una hegemonía cultural que, además, vende en el mercado internacional. Nada más que eso. Cada uno evalúe lo que quiera.

Pero, también, le digo a Nico, el Nobel es un premio, tan banal como cualquier otro y, en lo único que contribuiría, sería en darle un poco de plata a Gelman para que sobrelleve una vida mejor. Si Gelman hablase, por ejemplo, de crisis económicas y de terrorismo islámico, hoy, tal vez, se llevase el premio. Y, sin embargo, el premio tampoco diría algo sobre él, sobre su literatura, aún ganándolo. Es decir, no nos tiene que alegrar ni deprimir que sea Gelman el nominado o que pierda o gane ese premio. La pérdida del Premio Nacional de literatura por Borges en la década del ‘40 en Argentina ha sido lo suficientemente intensa como para hacernos unos grandes devaluadores de esas instancias en relación con el valor o con los valores de la literatura.

Pero es cierto que si un poeta argentino recibiera el Nobel, sería, francamente para nuestra tradición, tan ensayística y narrativa, una patada en el hígado. Y eso, a pesar de todos los reparos que hemos indicado previamente, podría impactar revalorizando una praxis literaria demasiado relegada del reconocimiento no solo de la crítica especializada en nuestro país, sino del mercado simbólico. El caso para comprender esto, es Chile. Con varios premios nóbeles en su haber, recibidos por poetas, la poesía en Chile no solo compite en las grandes librerías, sino que ha adquirido un valor especial como práctica literaria. Y hasta es hegemónica. En este sentido, fue la crítica Verónica Cortinez quien señaló que solo a partir de los ’90, la narrativa chilena pudo tener algún impacto en la cultura que seguía –y sigue– guardando un lugar preeminente para la poesía. Si Gelman hubiera ganado o ganase el premio Nobel, tal vez, la poesía cobraría una dimensión diferente desde la posición bastarda en la que se ha encontrado en nuestra tradición, a pesar de los grandes poetas que hemos tenido. O todo lo contrario, en nuestra tradición que desconfía de los premios, la haría aún más despreciable.

Tal vez, uno de estos días, se decidirá otorgarle el Premio Nobel a Gelman. Pero eso puede significar mucho o bien poco para él. Porque ganar o no un premio, a fin de cuentas, no es más que una experiencia insignificante. La literatura, como muchos nos enseñan, si es alimentada por la Bestia, puede superar cualquier error o acierto atribuido por los otros, porque se hará valer por sí misma. Tarde o temprano.

CRISTIÁN J. MOLINA - Argentina-
Publicado en Lamás Médula


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