domingo, 21 de octubre de 2012

FICTI FICTI


       La cobardía es un veneno que se dosifica. ¿Y su agente infeccioso? El miedo. Al devenir, a lo insulso, a lo causal. Nada me intimida más que ella. ¿Por qué? Al parecer, la amo. ¿Qué es amor? Ansiedad, desespero; además, un temblor intenso cuando logro comunicarme con ella: manos inquietas y voz trémula, nubarrones en mi conciencia, latidos fuertes, respiración entrecortada. Ella ya no me habla. Solo contesta a mis preguntas, y agrega algo más, casi siempre común, como palabras alquiladas a los demás. Esas que hieren tanto, que te hacen sentir insignificante, que no te permiten continuar. Llevan la condición del silencio. Atravesado por la lanza de su desprecio, he decido arrodillarme ante ella, obedecer a sus designios, convertirla en soberana de este único individuo. ¿Cuáles son sus deseos, ama? ¿Atormentar al espíritu cansino y lastimero que parece ser mi conciencia? O…. ¿acaso? ¡Reír! Entonces las llamas provenientes de todo este ritual de poder, de toda la depravación contenida, devastarán el ancho mundo, y lo veremos arder, y arderemos con él. Se levantará usted indignado cuando lea esto, pero despreocúpese: es producto de su hipocresía. Mientras el perro fiel bate la cola, saca la lengua y empieza a jadear, el ego y la satisfacción de su dueña alcanzan parámetros incalculables para la simple lógica humana. En esta relación nos mantenemos, yo como su vicio; el mayor de todos, su mejor esnifada, la hierba excelsa que se fuma con el frío de la madrugada en los pulmones; y ella en su mundo de pacotilla, dueña y señora de sus vastos terrenos. ¿Quién eres? Pero el poder…… ¿Acaso ella también? Embelesada y aturdida por mi confesión, dueña de mis cavilaciones más profundas, musa, demonio. ¿Cómo lo supo? Le prendí candela a toda la escenografía y me senté a verla arder, feliz, borracho, danzando en círculos, en un rito de la brujería más profunda y metafísica. Lleno de sevicia pisoteé los remanentes, acabé con todo y no dejé nada. Las cenizas no son suficientes; de las cenizas no se construye nada. Yo no quiero recoger cenizas, no quiero levantar un muro. Los círculos, sin principio ni final, tal vez, si fuera como ellos, tal vez la letra “O”, redonda, enorme, al nivel de las otras, casi no se distingue, copos de nieve. Entonces el vacío en el corazón, la conclusión, puro método, de que me hace falta, y que este es el mensaje, el que me alivia, me permite desbordarme en cursilerías que como un mar endiablado se me atragantan en la barriga; y me llenan de gases, estrés sicológico, ¿o me estoy pasando?¿muchos datos? Pero es que este no es cuento, de los que te gustan, de protagonistas con pieles blancas, ¡falsos! ¡ monedas de cuero! Estoy lleno de contradicciones generadas por el total desconocimiento de mi esencia, que es mi cuerpo. Ahora que todo se derrumba, y que permanezco fiel a su lado, le prometo, embebido por el deseo de destruir lo que nos rodea, que siempre fallaré, mentiré y traicionaré… Y que estás tres palabras se grabarán con sangre en mi frente, como recordatorio de mi deseo más profundo. Seré tan ruin como las circunstancias lo permitan, y aunque el tiempo intente enmascarar lo que ahora se me desvela con tranquilidad…. Es una parálisis espiritual; aniquila cualquier intento de trascendencia, acompaña cada acción del individuo que sufre la potencia de sus toxinas; lo deprime, lo vuelve añicos, lo minimiza, lo elimina. La cobardía hiede, la cobardía se incuba y después explota. Aparece la rutina: corbatas, horarios, pretensiones, máscaras, felicidad, paz, mierda. ¿Conoces el amor? Aquellode lo que se habla con confianza: sentimiento. Te gustan las mentiras, las pequeñas hipocresías; y la estética, todo lo representado, lo que importa, lo único válido, el instinto que nos enaltece a los dos, yo que soy tu vicio. ¡De lo que se compone el bebedizo. El temblor de mis manos, la torpeza y el deseo infinito no me permitirán olvidar el amor que ahora se sella con el yugo de la traición, de la mentira. ¿Qué es, entonces, lo que me atormenta?

Carlos Romero (Colombia)
Publicado en la revista La Urraka 31

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