Un miembro de la Legislatura de Kansas que se cruzó con un jabón pasó junto a él sin reconocerlo, pero el jabón insistió en que detuviera su marcha para estrecharle las manos. Pensando que se encontraba en goce de inmunidad parlamentaria, el legislador le dio un intenso y cordial apretón de manos. Al seguir su camino, se percató que una parte del jabón había quedado adherida en sus dedos. Así que corrió muy alarmado hacia un arroyo y procedió a lavárselas. Para hacerlo, se vio obligado a frotarse ambas manos a tal punto que, cuando terminó, quedaron tan blancas que se metió en cama y mandó a llamar al médico.
Ambrose Bierce
Publicado en la revista Realidades y Ficciones 4
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