Un hombre entrecano tenía dos amantes, una joven y otra vieja. La de más edad, avergonzada de tener intimidad con alguien más joven, no dejaba de arrancarle pelos negros. A su vez, la jovencita, intentando disimular que tenía un amante viejo, le arrancaba los blancos. Así fue cómo el pobre hombre llegó a quedarse calvo.
Lo que anda desacompasado resulta perjudicial.
ESOPO
Publicado en la revista Realidades y Ficciones 6
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