Guardo los calendarios de cada año
de nuestro ciclo eufórico de amantes,
y reconozco en cada cuadro instantes
de alfombra, alcoba, galería o baño.
Visitando los números, extraño
sus reediciones, fieles, trepidantes,
y mis dedos, por ellos caminantes,
redescubren los júbilos de antaño.
Aunque hayas muerto a vínculo y caricia,
no me logras privar de la delicia
de cuanto mantuvimos y atesoro.
Hay amores de hierro, de hojalata,
también de mármol, de cristal, de plata,
pero muy pocos, como el nuestro, de oro.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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