martes, 10 de julio de 2012

VIDA


Aquella tarde, papá, regresó a la tumba entristecido. No entendía porque yo no quería seguir acompañándole al cementerio a visitar a mi hermano pequeño. Yo sabía que los últimos tiempos habían sido duros para él. Mi madre no soportó la perdida y nos dejó, acompañada de una botella, el primero año. Pero para mí, tener que ver esa losa de mármol día tras día, significaba volver a revivir una y otra vez la larga enfermedad, las noches sin dormir, los lamentos tras las puertas. Mi padre no comprendía que necesitábamos pasar página. No pretendía olvidar, solo sobrevivir.


AZAHARA OLMEDA

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