martes, 10 de julio de 2012

TÚ ME REJUVENECES


Tú me rejuveneces,
aun siendo juventud mi vida entera.
Nunca he dejado envejecer el alma,
aunque a veces, sin fe, la di por muerta.
Pero escuché tu voz, cual si de nuevo
Jesús gritara: “Lazaro, sal fuera”.
Y rasgué los vendajes que me ataban,
y respiré la luz, y la arboleda.
Me has impulsado a desandar caminos,
a borrar con las nuevas viejas huellas,
a renovar mis alas,
a deshacer la niebla.
El último desnudo, el que lograra
permanecer después de partir ella,
se ha vestido de sombra,
difuminado con la noche a cuestas.
Ya no temo ver ojos anteriores
al fondo azul de los que me contemplan,
en callado reproche
de no sé qué infidelidad supuesta.
Huídos los fantasmas del pasado,
me queda el alma limpia, en transparencia,
sin pretéritas, crudas tachaduras,
que no ocultaban la anterior silueta.
Es como haber recuperado el cuerpo
con un motor de renovada fuerza.
Se ha impuesto tu desnudo,
me has limpiado las venas,
y ahora mi sangre, al circular, murmura
tu nombre únicamente, y me espolea.
Oh, mujer, constructora de recuerdos
a partir de la amnesia.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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