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NO SON NI LAS SEIS DE LA MAÑANA
Como montado en un submarino de relojes y agujeros de plástico recorro tu lengua diestra como mi cuerpo diestro. Milímetro a milímetro con la sal y los músculos hirviendo sumerjo el sexo en tu saliva recubriendo todos los rincones que el polvo habitó. Las arrugas se contraen y se intercambian poco a poco y el rostro del martillo taladra y golpea entre gorgoteos como un jacuzzi de columnas dóricas. Y al fin, alquilada la memoria, abrigo con abrazos los gemidos, la cama, mi cuerpo de velcros y latigazos y recojo los restos de tu lengua en mi lengua mientras digo adiós al sueño porque no son ni las seis de la mañana.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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