Crece, bambú, le dije,
cuando eché la semilla
en tierra prometida
y la dejé dormir.
Pasaron siete años
oscuros en la gleba,
que fueron como siglos,
pero al fin despuntó.
¡Oh, las raíces,
que siempre dicen sí!
Cuando he vuelto, le he visto
airoso entre los campos.
Yo soy esa semilla
y no moriré nunca,
pues que nací una vez
para la eternidad.
Bambú, bambú,
cuán bien me suenas,
aguja del espacio,
flexible a todo viento.
Hoy estoy contemplándote
y escribo este poema
sobre esas dulces hojas
que hice libro en Ubud.
Apuleyo Soto Pajares. España
Publicado en la revista Oriflama 17
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