Laboraba en la fábrica Langosta,
ganaba un sope veinte la jornada.
Pero chiva del todo, mina posta,
largó, como otras tantas, de estufada.
Chapó el trocén y se metió en la noche
piantándole al yugar de aparadora.
Rochepu... Tropezón... bacán con coche,
pal gil tuvo su clase añapadora.
Que iba a pensar que la tasuer de chanta
la encanaría de marroca fiera
con el final que espera a toda ranta.
Con un yogaba’e ropa le dió el chanta,
espiró de la saca y la fulera
pa revolear la vida a la marchanta.
Del libro La Musa Mistonga de JULIÁN CENTEYA -Italia/Argentina-
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