Había tenido pocas citas a lo largo de su vida y ningún hombre le ofrecía una segunda oportunidad cuando la conversación se desviaba hacía el tema “profesiones”, así que desistió con el amor, decidió dedicarse por completo al negocio familiar.
Muchas veces se sorprendió pensando en cómo sería su vida si decidiera cambiar de trabajo, pero cuando volvía a la realidad se enfadaba con ella misma, pues sabía que de todos modos, eso no era una opción. Es lo malo de hacer promesas a un padre en su lecho de muerte, que cuando se te pasa por la cabeza el romperlas, te lo imaginas moribundo, pidiendo explicaciones.
Esa mañana salió a pasear, como de costumbre, por el cementerio. A la gente solía darle miedo, pero a ella, su silencio, le resultaba reconfortante. Se despistó mirando una lápida y tropezó con él. En cuanto sus ojos se cruzaron, lo supo.
AZAHARA OLMEDA
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