jueves, 19 de julio de 2012

HACIA UN FUTURO MEJOR


      Cuando Virginia escuchó  el timbre de la puerta de su casa, el Corazón se le aceleró  de tal manera  que los botones de su blusa comenzaron a moverse con movimiento armónico simple, esto se debía  a que  esperaba con ansiedad la presencia de su Juan del alma, quien viniera a buscarla para pedirla a su padre en compromiso de matrimonio.
      Virginia desde niña pensó en casarse vestida de blanco con velo en el rostro, como lo hacen las actrices en las novelas; cuando iba a la finca de su abuela, una india nativa, jugaba con sus primos a la princesa y siempre terminaba el juego casándose con el príncipe de su mundo imaginario.
Por eso su  desilusión fue tan grande y profunda, cuando escuchó que a Juan lo habían asesinado en la esquina de la casa de ella, portando un ramillete de rosas rojas.
      Ella, que siempre había sido una mujer fuerte, que no derramó  una gota de lágrima el día que su madre murió; ella, que manejaba la hacienda de su padre con  tino y prosperidad; ella, que había abatido a los bandidos cuando trataron de secuestrarla, ella no pudo emitir palabra alguna, ni de dolor ni desconsuelo, ni alegría ni tristeza, cuando oyó la nefasta noticia; ella  se quedó muda por muchos años de su vida. Había entrado en shock, sus músculos no respondían a su voluntad y su mente quedó en blanco por varios meses.
      Virginia se encerró en su cuarto a morirse, a pedirle a Dios que se la llevara con Juan, que su vida sin la compañía de su amado no tenía sentido, pero al mismo tiempo le rogaba que cuidara de ella para traer al mundo el fruto de su amor. En su encierro, sólo visitado por su ama de llaves, quien le aconsejaba y consentía, Virginia  pedía mentalmente perdón a su padre, por el pecado que seguía su proceso natural dentro de su ser.
      ¿Cómo reaccionaría su padre, hombre honrado como cual más; austero en los gastos superfluos, pero derrochador de cariño hacia ella; hombre que por su talante de buen amigo y moral intachable era querido por todos en el pueblo; qué haría su padre,  pensaba ella, cuando se enterara que en su vientre llevaba el retoño y recuerdo de Juan, cuando en un arrebato de amor y de lujuria, se había entregado al único hombre que amó y amaría para siempre?
      Don Tomás, como se hacía llamar el padre de Virginia, vivía triste por el estado de salud de su hija, pero cuando el ama de llave le informó el estado de gravidez de su niña, montó en cólera  no tanto por el error de ella, sino por no tener la confianza suficiente con él para contarle sus amores, que con  el cariño y amor paternal  que él sentía por ella sólo quería y deseaba que  fuera feliz con el hombre que ella amara.
      De la cólera pasó a la tristeza; se le veía pasear meditabundo de un lado a otro, por el paso trascendental que su nena había dado; no se había percatado que su nena dejó de ser niña desde hacía mucho tiempo para convertirse en una hermosa mujer, prototipo de su raza sinuana.
La tristeza de don Tomas se vino a menos cuando fue avisado por el ama de llave, de que había llegado la hora del nacimiento y al escuchar  el llanto de su nuevo heredero que había venido al mundo sano y salvo.
      Don Tomás lloró de alegría al ver el rostro de su hija y de gozo al tener en sus brazos a su nieto, que con orgullo se llamaría igual que él, Tomas de los Ángeles Aguas Blanca.

CAPITULO 2
Juan y Virginia se conocieron en la universidad, donde ella cursaba estudios de administración de empresas y él abogacía en la facultad de derecho, en una huelga de estudiantes exigiendo mayor apoyo económico para las investigaciones universitarias, gratuidad e ingreso sin exámenes de admisión  a la universidad  pública de los bachilleres de los estratos 0,1y 2, y los estudiantes de estratos superiores deberían pagar de acuerdo a su nivel económico  para ayudar a los de estratos bajos.
El orador que tenía la palabra en los momentos que Virginia se unía a la protesta, era Juan, quien con un verbo florido y apacible, convencía a su auditorio, que con el orden y disciplina ganarían la victoria.
Juan era un convencido de la lucha de clases, pero proponía en sus mensajes que  con una política social del Estado, se podía llegar a un equilibrio donde los ricos fueran menos ricos y los pobres menos pobres.
Al conocer a Virginia fue un amor a primera vista, a pesar que él provenía del estrato 1 y ella  de estrato  más alto que la sociedad de consumo y capitalista  los había ubicado; y desde ese momento, solo se separaban en periodos de vacaciones, donde ella regresaba a su hacienda y el continuaba trabajando de noche en una bomba de gasolina para poder subsistir, al menos en los primeros años de estudio de la carrera, porque después se desempeñó como secretario de un juzgado.
Ella era la única mujer en su vida  y sólo deseaba terminar sus estudios y conseguirse un buen empleo para ir  a hablar con el padre de Virginia, para pedirla en matrimonio; la única vez que habían hecho el amor fue a petición de ella, quien quiso demostrarle el gran amor que sentía; pues él quería que ella fuera virgen ante el altar, vestida de blanco y con un velo en la cara , como ella tantas veces lo había manifestado, pero ella lo convenció que pronto se casarían y el pecado quedaría perdonado.
Hacía más de un año que terminara sus estudios y lo habían nombrado  Defensor de los Derechos Humanos, por ganar un concurso donde participaron más de cien abogados del todo el país.
Su visita  para ver a su novia se la había anticipado  por teléfono, pero no le había comentado el éxito en el concurso anterior, ni la beca que se había ganado para continuar estudios de postgrado en derecho internacional en la mejor universidad de la capital.

CAPITULO 3
Don Tomás había nacido en el hogar de un patricio liberal y de la  hija de un cacique indio de un pueblo costeño; su abuelo por parte materna al nacer le había regalado un terreno con algunas y reses y caballos  que él, al transcurrir del tiempo y por la tenacidad en el trabajo, años después lo había convertido en la mejor hacienda ganadera de la región.
De su padre heredo el carácter recio y trabajador; la justicia, la fraternidad y la solidaridad fueron sus lemas prioritarios para forjarse un futuro promisorio.
Nunca participo activamente  en política partidaria, pero si apoyaba logísticamente a los candidatos de izquierda, razón por la cual estaba en la mira de los grupos paramilitares.
Aunque no terminó estudios de bachillerato, era amante de la lectura, especialmente de los clásicos y de los autores de la revolución francesa, sus héroes eran Jesús de Nazaret y Fidel Castro
Como don Tomás era amigo de todos, por eso el pueblo se arremolinó  con coraje al conocer  su asesinato, porque no se dejó secuestrar por los bandidos que lo tenían amenazado.
Virginia se encontraba en su aposento esa mañana jugando con su nene, cuando de pronto sintió una punzada en el corazón y un presentimiento que algo grave estaba pasando, cuando un peón de su hacienda fue corriendo a notificarle que unos secuestradores habían asesinado a don Tomás cuando este opuso resistencia a ser llevado en secuestro.
Por casualidad o premeditación, el asesinato de don Tomás fue ejecutado en el mismo lugar que tres años  antes habían asesinado a Juan. Virginia al ver el cuerpo ensangrentado de su padre yacido en el suelo, lo abrazó con amor infinito y de su  garganta, que tenía más de dos años que no pronunciaba una palabra, surgieron de lo más adentro de su ser estas: Padre, tu muerte no quedará  impune, porque yo te vengaré, sólo le pido a mi Dios bendito que me de fuerzas  para poder llevarla a cabo.
Había recobrado el habla, al fin podía decir lo que tanto tiempo no pudo, vengaría la muerte del padre de su hijo y la muerte de su padre.

CAPITULO 4
Sola en el mundo con un  hijo sin padre y con una sed de venganza, se volvió a la ciudad y se presentó  ante la madre de Juan y le contó  toda su trágica vida, por lo tanto, quería que ella conociera a su nieto y que además, con los dinero de la herencia,  le compraría una casa para que ella y su nieto vivieran en un lugar más saludable.
Realizada la operación anterior, en una hermosa mañana, se despidió de su suegra y de su hijo y regreso a la hacienda.
De aquel rostro jovial que siempre la había acompañado, sólo quedaba el recuerdo, porque ahora, hecha una mujer madura por las circunstancias, se veía en ella el rostro del sufrimiento y el deseo de seguir viviendo para vengarse.
Como el pueblo donde estaba la hacienda era una región olvidada por el gobierno, el bandolerismo en sus diferentes facetas se había apoderado de la justicia e imperaba la ley del más fuerte.
Virginia compró dos pistolas y practicó tiro al blanco hasta hacerse experta en disparar con las dos manos como una amazona del lejano oeste norteamericano; vestida de negro y montada en un hermoso caballo azabache con sus pistolas al cinto, salía en las noches por las partes más peligrosas en busca de los asesinos; en una de esas salidas se topo con dos de  ellos que salían de una cantina, al verla sola en altas horas de la noche, quisieron abusar de ella y lo que encontraron fue, unos de ellos, un balazo en mitad de la frente y el otro, un tiro en el antebrazo y después un interrogatorio sobre el autor intelectual de la muerte de sus seres queridos, cuando los parroquianos, que salieron al oír los disparos y escucharon la confesión, buscaron una soga y ahorcaron al bribón.
Supo de boca del sicario, que su enemigo principal era el Turco, un personaje perverso que había aparecido en la región comprando muchas fincas y haciendas a precios muy por debajo de lo real; que  aquel que se opusiera a sus malévolos planes, lo mandaba a asesinar; pero  que él no se encontraba en el país, que se encontraba en los EE.UU. acusado de narcotráfico; que los otros dos compañeros de infortunio habían sido abatidos por la guerrilla en un enfrentamiento que tuvieron hacía más de seis meses.
Como esta declaración fue escuchada por muchas personas honradas del pueblo, Virginia se presentó  ante las autoridades competentes y narró lo sucedido, por lo cual el juez no encontró delito alguno, por lo tanto fue absuelta de toda culpa.
Hoy Virginia vive con su hijo y su suegra en un barrio residencial de la ciudad brindándole un mejor futuro.

William del Valle Cortina (Colombia)
Publicado en la revista La Urraka 29

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