La vieja Navidad vuelve otro año
con helado sombrero y chal de gasa
a ocupar su sillón en nuestra casa
con su níveo vestido, en roto paño.
Aunque parezca otra, y es extraño,
es la misma, y es vieja, y fría, y pasa
–dejándonos su arruga en la piel rasa–
como lluvia que rueda por un caño.
Ella es siempre la misma, la primera
y la última visión de una quimera
costumbrista, ración de tiempo calmo.
!Oh!, antigua Navidad de toda era
al final y al principio de la espera,
la nieve de su pelo es loa y salmo.
María Eugenia Caseiro, EUA-Cuba
Publicado en la revista Carta Lírica 40
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