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EN EL SALÓN DE SU CASA
Bailaban en silencio, María y Sara, se acercaban como sin darse cuenta, pero sabiéndolo las dos. Mientras no pensaban, todo parecía normal: el roce de las manos de María en la espalda de Sara, el aliento de Sara penetrando en el de María. Dejaron de bailar y los senos erizados se durmieron bajo una triste y vergonzosa indiferencia. No se preguntan qué habría pasado de haberse seguido besando, de haberse acariciado, de haberse amado al son de una música que aún escuchan algunas noches. Entonces se enamoraron la una de la otra, lo siguen estando. Nunca se lo confesaron. Piensan en aquel baile cada vez menos, mas al recordar el roce de sus cuerpos aún se erizan sus senos.
Publicado por MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO (Castelldefels) en su blog dondehabiteelolvido-airama
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