jueves, 12 de julio de 2012
COPA VACÍA
La noche se alargaba como el hilo infinito
que hilvana las estrellas, y fue al final tan breve
como el beso que apenas roza la piel, marchito,
derritiéndose pronto, como si hecho de nieve.
Yo proyecté esa noche como quien nada tiene,
sino tan sólo un sueño, pero lo quiere todo;
y ella, mujer de viento, que circula, va y viene,
deshojando las rosas, pétalos en el lodo.
Ignoraba los golpes de martillo en las sienes,
el temblor de los muslos, y la urgencia del sexo
que corre por la carne como convoy de trenes,
y une émbolo a cilindro, y cóncavo a convexo.
Era como una copa de cristal en la mesa,
que nunca hubiera estado rebosante de vino;
simple adorno en desuso, sin fervor ni promesa,
ni opción para el reposo ni voz para el camino.
Y no intenté instruirla. Si bien joven y bella,
su espíritu era extraña caja de resonancia;
me respondía el eco, sin imprimirse huella,
variopinta fachada desprovista de estancia.
Le dije adiós, sin queja; un beso en la mejilla,
y una sonrisa endeble. Y lo encontró adecuado.
Mujer entretejida con fibras de chiquilla,
si madura de cuerpo, de intelecto apagado.
Ah, que los Reyes Magos pasaron por mi puerta,
dejándome un regalo de atractiva envoltura;
mas descubrí en la caja, una vez entreabierta,
trazada en humo y aire vana caricatura.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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