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CAZADOR
Se dibuja una sonrisa mellada en la cara de la vieja y sus ojos se tornan de un negro impenetrable, justo en el momento en el que yo cruzo el umbral de la puerta. No son imaginaciones mías, el espejo del recibidor ha sido el delator, dejando al descubierto el verdadero rostro de ese demonio disfrazado de anciana. Mi mano, como un acto reflejo adquirido por la sobreexposición a situaciones similares, se posa sobre la pistola con balas de sal que escondo bajo la chaqueta. La visita va a durar menos de lo que esperaba, todo acabará en unos minutos.
AZAHARA OLMEDA
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