sábado, 7 de abril de 2012

¿LOBO?

Se odiaba por haber destruido al único ser que había habitado su corazón.
Como auto flagelo se impuso adoptar la maldad como forma de vida. Ese sería su pasaporte al infierno, el lugar donde merecía podrirse.
Cada noche de luna sufría las transformaciones. La contorsión de sus huesos le obligaba a encorvarse en posiciones improbables. Su corazón se endurecía. De sus manos salían enormes garras asesinas. Su piel se cubría con una espesa capa de pelo gris. De su boca distorsionada sobresalían unos desmesurados colmillos y su aullido lastimero estremecía la noche.
Y salía, salía a hacer lo que tenía que hacer.
Mataba, y creía matar a seres que pensaban ser quienes no eran. Especuladores, proxenetas, predicadores, oportunistas, pretenciosos, jueces o policías. A todos los mataba de igual forma: degollándolos. Exactamente como lo hiciera con su único amor. La única persona que le conocía y que tratara de que se aceptase como era. En su fase de hombre sufría, sufría en silencio el lacerante recuerdo de sus ojos desconcertados ante las primeras dentelladas.
Por eso ahora seleccionaba la depredación y mataba con saña. Mataba, y mitigaba su culpa con la seguridad de su propio castigo. Mataba, y creía matar a seres que creían ser quienes en realidad no eran. ¿Y él? vaya a saber si los demás eran lo que en realidad decían ser y él solo un deseo.

Mary Cruz Paniagua(República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 117

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