¿Fueron los niños?, pensó repetidas veces, antes de entregar su espada de antimateria. ¿O fueron las mujeres?, reflexionaba mientras le despojaban de su disparador de fotones. Intentó recordar si los ancianos fueron, mientras sus dagas de Onmilitium eran separadas de sus piernas. Desnudo y desarmado, el terrible serafín desertor Abaddona era condenado a hundirse en el Lago del Olvido para que su cuerpo y espíritu sean consumidos y desaparecidos de la faz del Universo. Mientras se desintegraba seguía pensando en los responsables de su ira contra Dios, aquella que lo llevó a transformarse de uno de los hijos privilegiados del Altísimo, en un despiadado ejecutor de mundos. Cualesquiera que fueran, el egoísmo en ellos era demoledor, pensó por última vez.
Sarko Medina Hinojosa (Perú)
Publicado en la revista digital Minatura 117
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