EL ÁRBOL DESNUDOLentamente el otoño ha ido dejando el árbol sin hojas. No es que haya perdido la plenitud o el esplendor, simplemente está desnudo. No parece afectarlo, quizá intuye que ha pasado antes y pasará después. ¿Qué pasó contigo? Tal vez no haya sucedido nada, sólo los cambios normales que las intenciones producen en las ilusiones. Nunca pretendí algo específico, no sabría como hacerlo. Tampoco lo pretendo ahora. El sexo o los sentimientos relacionados con la intimidad no producen efectos en mí. No soy capaz de extrañar eso, no sabría como hacerlo. Pero ocurrió algo terrible, el efecto de incomunicación. La muerte de la posibilidad y el desencanto físico. No hay en estas palabras una propuesta de diálogo. Sé que verte es un axioma y que el árbol es invisible en la noche sentimental. No eres y no lo has sido jamás, no en mí. Las imágenes desaparecen y queda el último acto: algo de dinero que devolver. La tristeza se desvaneció, puedo entender cada pesquisa. Supongo que más allá todo sigue intacto, eso me alegra. La vida real y las personas reales deben ocupar su lugar. Inalterables. El árbol, sus pacientes hormigas. Escribo y presiento el diálogo diluyéndose, la reacción atmosférica y el punto de vista que se adapta a las actitudes. Esto es lo que jamás sucedió, la generosidad de un acción condicionada en la circunstancia. Lo que las personas hacen y luego se peinan y se sienten justas y razonables o no. Mi deseo está vacío de imágenes. El árbol al amanecer, sin nuevas hojas que perder. El sol pálido entre sus ramas. No soy el hombre de nadie. No sabría como serlo. Me complazco en el jardín sombrío y el paraíso que se hunde. Mis pensamientos fluyen.
Efraim Medina Reyes(Colombia)
Publicado en la revista La Urraka
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