domingo, 4 de diciembre de 2011

POEMAS

Divorciada
“El ser humano es el único animal
que tropieza dos veces en la misma piedra”.
(Anónimo)

Con su estrenada libertad del brazo,
tan desasosegada, tan ligera,
reiniciando la vida a su manera,
dejando atrás polémica y portazo;

¿indagarán sus ojos el reemplazo
en que la fe pletórica supera
la racionalidad, que se atrinchera
en la precariedad de cada lazo?

¿Caerá en la trampa ilógica, impulsiva,
de que desde su nueva perspectiva
adquiere una visión de madurez?

¿O frenará su afán, reconociendo
que el mismo error se puede ir repitiendo,
absurdamente, una y otra vez?


Me adiestró en esperanza

Me adiestró en esperanza. Me decía
palabras, si otras veces escuchadas,
con tal intensidad regeneradas
que las juzgué naciendo todavía.

Y a su cadencia, en mi interior latía
un nuevo yo, temblor y llamaradas,
soñador de galopes y de almohadas,
sedas y arpones al morir el día;

y a través de la noche, y a la aurora,
cuando la piel del alma nos devora,
y el alma de la piel aún martillea.

Y en sueños de futuro, tan dispares,
puntualizaba fechas y lugares…
Ah, la esperanza que aún relampaguea.


Al paso, al trote, al galope

Mano inexperta en otra piel, ignora
no sólo paradero, mas camino;
es ciego ante la rosa, o campesino
que intrincada metrópolis explora.

Le falta orientación, no se demora
en puntos de interés; es el marino
rasgando el mar sin brújula y sin tino,
huésped que fina exquisitez devora.

Te brindo un tacto en lentitud de arado
que altera en cada surco su trazado
según la condición de las parcelas.

Y te ofrezco un corcel: Llévale al paso
si en calma estás, o al trote; mas si acaso
te urge llegar, aprieta las espuelas.


Nada queda

Se me va disipando la fragancia
de tu cuerpo desnudo. La he llevado
tanto tiempo en la piel, como el pecado
del que no se reniega o se distancia.

Nombres y amores pierden relevancia
si ajeno muro en torno les ha aislado,
y lentamente el ritmo arrebatado
va tornándose en mera disonancia.

Tu figura, tan bella, se diluye,
neblina ya que absorbe y disminuye
los últimos efluvios de tu aroma.

Ya no me queda nada; estás tan muerta
que si me abrieras otra vez la puerta,
no reconocería a quien se asoma.

FRANCISCO ALVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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