jueves, 1 de diciembre de 2011

POEMAS

Río franqueable

Viéndote en piel de río franqueable,
me sumergí en tus aguas. La corriente,
cristal, si tembloroso, transparente,
me abrió un fondo tan fiel como insaciable.

Nunca vi dimensión más navegable,
ni adivinanza vi más evidente,
ni querré sobre ti tender un puente
sabiéndote a brazadas abordable.

Estoy flotando sobre ti, me entrego
al abrazo total en que me anego,
percibiéndote toda en derredor.

Lames toda mi piel, y me abandono
corriente abajo. Siento y no razono,
río, mujer, en húmedo fervor.


Vacío el sueño


Me desertan los sueños, que no el sueño.
Duermo, ni mal ni bien, pero en vacío,
y al despertar, no queda nada mío,
ni un tacto, ni un sonido, ni un diseño.

Entro, al dormir, en sombras que desdeño,
y en las que solitario me extravío;
hijo soy de la luz y el albedrío,
en formas e intención me desempeño.

¿Por qué al anochecer debo dejarte
fuera de tal caverna, si eres parte
consustancial de mi fervor y hombría?

¿Por qué no cruzas ese umbral arcano,
llevándome en el sueño de la mano,
mi estrella, lazarillo, compañía?


Converso con el viento

En soledad, converso con el viento.
Conozco su orfandad por la manera
de llamar, reservada y plañidera,
a puertas y ventanas. En su aliento

detecto el regocijo, o el lamento,
que, allende la distancia, se aglomera
dentro de ti, en la pertinaz espera
del ruego, el tacto y el ofrecimiento.

Si condenados a brutal carencia,
pese a nuestra ansiedad de pertenencia,
¿qué nos podrá proporcionar la vida?

No me confiere el viento la respuesta.
Me susurra, no obstante, cuán dispuesta
tu piel está, qué gris tu expectativa.


Por rutas interiores

Hombre era yo de pródigo debate,
de coloquio gentil, verbo fecundo;
subvertido quedó mi propio mundo,
y hoy mi penuria en sílabas combate.

Mi opulencia de ayer subsiste y late,
pero dentro de mí. Voy vagabundo
por rutas interiores; mi profundo,
silencioso temblor es mi acicate.

Lo dejo en verso transparente escrito,
y a mi modo y placer lo canto y grito;
quien vibre como yo lo entenderá.

Cuando oigas el suspiro de la brisa
provocando ya lágrima o sonrisa,
es mi palabra, que a tu puerta está.

FRANCISCO ALVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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