domingo, 16 de octubre de 2011

POEMAS



Mujer dormida

Tan gentil en el sueño, tan serena,
tal que Afrodita en mármol esculpida,
Bella Durmiente inmóvil, contenida
en urna de aire, a sobresalto ajena.

La vida en torno a ti se desmelena
en su ritmo frenético aturdida,
y tú en perfecta placidez dormida,
piel de azahar, dulzura de colmena.

Te observo, con temor a despertarte.
Si llegaran mis manos a tocarte,
tu Edén presente se evaporaría.

Camino de puntillas, fascinado
por tu calma belleza, y limitado
a tan sutil, truncada compañía.



Mujer a punto de despertar

Tenuemente la aurora en los cristales
con sus dedos de luz tamborilea.
Resucitan los ruidos en la aldea,
y alzan el vuelo alondras y zorzales.

Sobre el lecho, comienzan los rituales
de tu apacible despertar. La idea
de amanecer no es clara; titubea
entre ser y no ser; no está en pañales,

pero se acerca ya el alumbramiento.
Inunda tu sonrisa el aposento,
se distienden tus miembros, desenredas

poco a poco la urdimbre de la mente.
Me ves sentado al lado, y de repente
saltan tus brazos y en los míos quedas.



Mujer despierta

Esta noche no hay noche, se cancela
la oscuridad, el sueño se revoca,
y abolido el cansancio, se convoca
nuevo vigor, sin norma ni cautela.

Es tu noche, mujer, y se te anhela,
y es también mi momento. Se revoca
todo código o norma que trastoca
nuestra sensualidad, que se rebela.

No dormirás. Tendida sobre el lecho,
tendrás, tendré, tendremos el derecho
de dar, de recibir, cuanto es factible.

Lúcida noche, donde el sólo sueño
será el que cumples, el que desempeño,
cada uno mutuamente transferible.



Mujer sonámbula

Tan libre, sin saberlo. No te adhieres
a fórmulas o normas obsoletas;
abandonas el lecho y no te inquietas,
pues en la noche emergen tus poderes.

¿De dónde nacen? ¿Cómo los adquieres?
Casi flotando vas entre macetas,
sin tronchar los geranios, las violetas,
como quien se encamina a sus quehaceres.

Sin vértigo recorres la cornisa,
tal que amasada de rumor y brisa,
si frágil golondrina , tan segura.

Tus discretas, minúsculas pisadas,
no dejan huella, son tan delicadas
como si fuera el alma tu envoltura.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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