lunes, 31 de octubre de 2011

POEMAS

Desde dentro

Te miro desde dentro; me he instalado
en esa franja azul en donde sueñas
con fieros mares, tardes hogareñas,
galopadas por páramo ondulado.

Extiendo a cada seno abovedado
las palmas de mis manos, tan pequeñas,
y percibo campanas navideñas
en el cimborrio en rigidez alzado.

Cóncavo hoy lo que ayer viera convexo,
veo ascender desde el brocal del sexo
vibrantes ecos de arpas y atabales.

Desde este íntimo punto en que me encuentro,
logro activar seismos, su epicentro
transcendiendo a la piel en espirales.


¿Qué queda?

Puede venir la muerte, ¿qué me queda,
si el tacto de la piel se me ha dormido,
si he recobrado nombre y apellido
que extravié entre sábanas de seda?

¿Qué permanece de la rosaleda
si cada pétalo cayó abatido
por la temprana escarcha, y sacudido
por el viento rodando en la alameda?

¿Qué perdura, si a golpes de martillo
la copa de cristal, el cantarillo,
o el violín se fractura en mil pedazos?

¿Qué queda, en fin, qué queda, al desgajarse
el alma de uno mismo, al desangrarse
la esperanza a mandobles o zarpazos?


Sueña, mas sin dormir

Vienes a mí con ojos forasteros
a la razón, soñando en la quimera
de esa interna, perenne primavera
que ha de estallar en tus invernaderos.

Y florece tal vez por los oteros,
mas no en ti misma; tu alma jardinera
ve flores de papel, y espera, espera
fragancias y colores verdaderos.

Tu primavera llegará algún día,
no perdurable, mas fugaz; se guía,
no por longevidad, por arrebato.

Si ves abrirse las primeras rosas,
no entretengas medidas cautelosas,
córtalas para tu uso de inmediato.


Sólo un punto

¿Vendrás a reclinarte en mi presente,
ciega al pasado, y al futuro ajena,
como quien traza rasgos en la arena,
de su eventual fugacidad consciente?

Todo es tránsito; fluye la corriente
del río hacia la mar, brusca o serena;
el tiempo, inexorable, desalmena
murallas y castillos; de repente,

nada parece significativo,
sino el actual instante, fugitivo,
pero único real que poseemos.

Sobre ese punto lucho, en él descanso,
mi campo de batalla, mi remanso…
Ven, que aun exiguo, lo compartiremos.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO-Los Angeles-

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