Todo fluye
Tal vez sea verdad que todo fluye.
O quiza no, que hay cosas que se quedan.
Y otras que si se van, vuelven un día.
No hay absolutos, sólo contingencias.
Yo me vertí en tu vida, y acoplados,
fluimos juntos entre dos riberas,
sin infausta injerencia de afluentes,
bajo los olmos, entre las adelfas.
No pensábamos mares ni lagunas,
eso era el fin para las aguas muertas.
Ni tampoco ignorábamos
que es gentil la corriente, mas no eterna.
Supimos enredar almas y cuerpos,
y apagar los relojes, que se llevan
fragancias y sabores,
fricciones y cadencias.
Río que pasa, mas sin alejarse,
perenne instante, mágica odisea.
Eran todas las noches
noches de luna llena.
Pero un amanecer, no por previsto
menos desconcertante, las violetas
perdieron su color, en el ramaje
se durmieron los trinos, la ribera
del mar se hizo inmediata,
y el sol de mayo no cortó la niebla.
Se encendieron de nuevo los relojes,
poblando de tictacs mi primavera.
Tal vez sea verdad que todo fluye.
Tal vez un día vuelvas.
Por esta calle
Por esta calle, otrora casi mía,
voy pisando recuerdos desangrados.
Calle confidencial, hacia el secreto;
si alguien me ve, dirá que voy de paso.
Pisando la hojarasca del otoño,
al sofoco opresivo del verano,
robándome una rosa en primavera,
y en el invierno, sorteando charcos.
En clandestinidad viví contigo,
si parcas horas, mis mejores años.
Esta calle era mía, no era tuya;
tuya la casa, y el balcón, y el patio,
(la alcoba no era tuya, sino nuestra),
también tuyo el hilillo de humo blanco
dibujando en el aire formas lúbricas,
tu cerebro en acción sobre el tejado.
Por esta calle caminaba solo,
nunca tú me llevaste de la mano.
Me mirabas llegar, discretamente,
tras el cristal de la ventana, el tacto,
por la anticipación, hecho temblores,
y la libido a punto con su látigo.
Me mirabas partir, tan soledosa,
con ansias de otras horas, casi en llanto.
La calle se hizo a mí, como si fuera
una farola más, u otro naranjo,
pero en circulación, y yo aceptaba
cada grieta o relieve en el asfalto
como un ‘hola’, un ‘adiós’, un ‘buenas tardes’,
y la naturaleza era un abrazo.
Eso era entonces. Hoy, enmudecida,
me ve pasar, sin fe, desalmenado.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
DE FACEBOOK - 6136 - HACE OCHO AÑOS
Hace 10 horas
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