CHIPIONAA los pies de un faro,
que hacía cosquillas al cielo,
llegué tras recorrer unas calles
silenciosas y desiertas
donde pocas puertas se abrían
al limpio sol de la tarde primaveral.
Alejándome del faro,
que jugaba con los rayos del sol,
encontré tus calles de siempre,
pequeñas, estrechas,
con sabor y olor a pueblo.
Allí estaba tu gente, Chipiona.
Luego volví a buscar tu mar,
que hacía dibujos en la arena,
y me encontré con una pequeña
Virgen de piel morena,
que es reina y señora
de este pueblo tranquilo y marinero.
El mar rompía bajo los pies
salpicándome de sal las mejillas
y deteniendo el silencio
que poco a poco todo lo iba envolviendo.
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