¡Qué rápido llegaron y se fueron
tus piernas tan asiduas a mi boca!
¿Por qué esa fuga adonde no te toca
el filo de la lengua en la que ardieron?
Tras tanta golosina que ofrecieron,
el jugo de mis labios te convoca
y cada diente con su opuesto choca.
¿Adónde tus diez dedos descendieron
la gracia que bautiza a mi saliva?
Te busco en cada fruta que me ofrece
sus pétalos de carne subversiva
para que, atolondrado, bese y bese.
¿Quién es la muerte para que prohíba
la eternidad que en ti me pertenece?
Jorge García de la Fe
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