domingo, 28 de julio de 2019

CHAMA Y NEGRITA


Hacía dos años del regreso de tierras lejanas, mucho quedó atrás, media vida, mis animales, perros, gato, loro... ¡No más animales! No más perros! Ya no quiero sufrir más, decía. Pero pasaban los días y sentía la falta en mi corazón y el calor entrañable que dan esos cuerpos peludos y esos ojos tan tiernos de miradas enamoradas, como nadie más es capaz de hacerlo. Y apareció la perrita! un regalo, Chama le puse de nombre para tener presente mis recuerdos: chiquita, redondita, dos jamoncitos sus patitas traseras, buena desde el primer momento, la alegría de la casa, con qué amor fue creciendo. Pero qué cambio, los jamoncitos desaparecieron, ¡qué patas más feas, XD! ¿Y aquel rabito? Parecía una antena, por lo tieso, y las orejas cada una a su aire, para donde las llevara el viento, y qué mal andaba, pero sería muy sexi para otros perros pues la seguían muy contentos. Muy sociable, muy querida, aún la sigo queriendo y recordando aquel cuerpito pegado a mi espalda cuando estábamos durmiendo, porque eso sí, no se despegaba ni un momento.
Un día, cuando Chama tenía cuatro años, llegó otra perrita, Negrita, porque negra es, la habían abandonado junto a un contenedor de basura, ¡vamos, como si no fuera un perro! Otro miembro de la familia, con sus preocupaciones y desvelos.
La Chamita se enfermó y en tres días se fue; qué malos recuerdos! Y la Negrita se quedó sola sin la amiga a quien fastidiar con tanto salto y mordisqueos, y yo me quedé con el miedo que un día vuelva a pasar por esos terribles momentos.
Un poco triste esta historia ¿será que estoy envejeciendo? Echo tanto de menos a mis perros, a todos los que se fueron, pero sé que me estarán esperando, que volveremos a vernos y nos abrazaremos y me lavarán la cara con sus lambeteos que son besos, como hacíamos y hacemos, que aún tengo a mi Negrita, y que dure mucho tiempo.

María Dolores Fernández 
Compartido por Juan L. Rincón Ares

No hay comentarios:

Publicar un comentario