Navegando en la opulencia
Jamás se acordó de su infancia,
No recordó que madre tenía
Y que de hospicio moría.
Su hermano, en absoluta pobreza,
Gritando, angustiado, a él acudía.
Para ella una ayuda pedía,
Con lágrimas en los ojos,
Con agonía y con sutileza
Y... él, arrogante, cual villano,
Jamás de su hermano
Ruegos ni llantos escuchó.
Todo su pedido fue en vano.
Agobiado al cielo
Clemencia pedía.
Y... el cielo respondió:
Un amigo a él acudió.
Llovieron bendiciones
Y en poco tiempo
Su madre la salud recuperó.
Ah... ¡los amigos!
Aunque son pocos en la tierra,
Son los únicos que dan sin
Nada a cambio esperar.
A los amigos hay que valorar.
Un amigo vale más
Que un diamante
Eso jamás lo vayas a dudar.
Mirad este ejemplo
Y aprende con el tiempo
Que...
La amistad hace milagros.
Oh milagrosa amistad,
¡Bendita seas en la tierra!.
Si tú imperaras
No hubiese muertes
Por culpa de la guerra.
Jaime Enrique Otero Sáez -Colombia-
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