Todo viene a mí cuando soy nadie.
Subo los escalones del escondite,
subo desde la barca de un Egeo celeste
(cuya historia no conozco, pero lastima)
hasta el bosque primordial de la alegria.
Todo vino a mí cuando era nadie.
¿Cómo pude saber del resplandor
cuando el mundo vertió escándalo y cenizas?
Tenía dieciséis años, pero albergué
el Secreto hermoso en medio del desprecio.
Todo viene a mí cuando soy nadie,
cuando asciendo por la sangre del hombre
y arborezco, fructifico, y doy a luz
con el ardor del vómito incesante.
Quien toca el corazón, toca su reino.
Yo vagué por el escalofrío.
Me interné -sin esa hiena los miedos-
para nacerme con los brazos en cruz
antes del alba.
Manuel Lozano Gombault
Publicado en Archivos del Sur
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