viernes, 29 de abril de 2016
HOY DEBEMOS HINCARNOS FRENTE AL ALTAR DE MUERTOS
Los que se cuentan por miles.
Este es un país incierto y de presidentes ineptos.
La desesperanza se disfraza en el culto
que se le rinde a la señora, la más flaca,
la de vestido y huesos blancos.
Ahora para algunos y muchos otros es la adorada,
la muerte santa. A quien ellos ahora piden… que los cuide.
Con la esperanza de que el día de mañana hallarán regreso
al hogar que a diario dejan en busca del pan que se roban
los que ahora los gobiernan.
Después de ver tanto dolor le digo a aquél,
que yo lo perdono, por no decir y menos hacer algo
en contra del suicidio de un país entero que camina
hacia el matadero; me atrevo a ello, porque yo más
ya no creo; y si, algo espero, es desterrar del hombre
la creencia mítica de la existencia de un ser supremo,
pues deberíamos caer en la conciencia de saber
que todos nosotros mismos lo somos.
Mas tratarlo de Dios, ni nombrarlo como tal merece,
ahora le denominaremos el gran ausente, el fraude primigenio y
miles de etcéteras que de él inventemos, porque al final y
al principio de cuentas, nosotros mismos lo creamos y
hemos mitificado.
Del verbo lo hicimos de carne y algunos cuentos.
Lo dejemos que siga como el ermitaño; que exista encerrado
en su mundo, en donde no convive, ni lidia con humanos.
El título que algún día le dimos más ya no lo merece,
lo que ha quedado demostrado en estos unos cuantos dos miles de años,
con una ausencia mortal en los momentos más necesarios.
GILDARDO CARRIÓN
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