Habla
Pedro
Él me dijo,
cargado de senderos,
mientras la tarde casi deliraba desgarrando con zarpas impiadosas horizontalidades inasibles.
Él me dijo:
-Simón, ya llega el tiempo y Satanás habrá de encarnizarse como si fuera un vendaval de niebla, agitando trigales indefensos hasta la obstinación de las raíces-.
Él me dijo:
-Simón, cuando las lunas erijan tribunales amarillos y asambleas de espinas enredadas esbocen sus punzantes cicatrices, rodará mi cayado entre las sombras
y el rebaño, disperso y sin destino, se extraviará en guaridas infranqueables, reiniciará los éxodos sutiles-.
Le prometí no repudiar su nombre, no ceder el legado de parábolas, no desertar, jamás, de sus perfiles.
Él me dijo:
-Simón, antes que el día despliegue los velámenes del trino y encienda los ramajes hechizados en la densa quietud de sus añiles;
antes que funden los suspiros roncos sus delgados cuadrantes de martirio,
renegarás de mí, de mis palabras,
de mi Nombre, engendrando en las estrellas, la génesis azul de las estirpes-.
Y ahora,
aquí,
sentado junto al fuego,
en casa de Caifás, el sacerdote,
testimoniando las injurias huecas, embriagado de pánicos febriles,
escucho la sospecha de los siervos, maliciosa, tenaz, inquisidora...
y una voz de infamante apostasía estalla en esqueletos de mordazas, silenciando el secreto irrepetible.
De pronto, es ese gallo, a la distancia, alumbrando desiertas madrugadas, piqueteando los trágicos candiles.
Un gallo a la distancia,
inalcanzable.
Y el llanto es un torrente desbordado,
el caudal de mi pena sin riberas recorriendo siniestros callejones,
impetuoso, confuso, enmarañado como brizna de hierba en las planicies.
Del libro Crónica de las huellas de
NORMA SEGADES -Argentina-
Publicado en Editorial Alebrijes
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