Cuando me revisaron el brazo dijeron que se trataba de un problema dermatológico, “un incidente de superficie”. Se retiraron a discutir el diagnóstico en la habitación contigua —probablemente el despacho del jefe de servicio— y me dejaron esperando mientras afuera anochecía y el consultorio se llenaba de oscuridad. Logré escapar sin esfuerzo y me escondí en el bosque aun sabiendo que nadie me buscaba.
La vida en el bosque resultó más agradable de lo que suponía, pero pronto me cansé de tener que procurarme el alimento con mis propias manos. De vuelta en casa supe que no eran médicos los especialistas que me habían atendido, sino una nueva forma de vida de la que habría que cuidarse, algo así como una macrobacteria intrahospitalaria, una megaconciencia que todo lo subsume.
EDUARDO REZZANO -Argentina-
Publicado en el blog eduardorezzano
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