No es igual la fuerza de la razón que la razón de la fuerza. En este caso el orden de los factores sí que altera –y mucho- el producto.
Vencer, derrotar al enemigo en un campo de batalla, sea cuales sean las circunstancias concretas, no significa necesariamente que se tenga la fuerza de la razón, tan sólo que se es más fuerte. Por supuesto, la Historia la escriben siempre los vencedores, y son ellos los que deciden quién es el bueno y quién es el malo de esa historia.
Estudiando con detenimiento la historia nos encontramos con un continuo enfrentamiento entre Imperios o poderes estatales interesados en mantener su dominio sobre el resto de adversarios. Es una lucha maquiavélica, en donde todo vale con tal de mantener el status quo interesado. Una gran partida de ajedrez donde muchas piezas son prescindibles, donde se puede, incluso, cambiar las normas de juego, pero la base siempre es la misma: derrotar al rival.
Tener más cañones, bombas, aviones, barcos o soldados no da la razón, ni la quita, sólo es una circunstancia más, determinante, eso sí, en las relaciones internacionales de todas las épocas. Es como en las películas: el bueno da una soberana paliza al malo, y eso “demuestra” claramente que tiene razón. A veces, claro, el que recibe la paliza es el bueno (recuérdese “La Ley del Silencio”, con Marlon Brando), lo que tampoco le quita la razón y, al mismo tiempo, demuestra que la fuerza no es sinónimo de justicia.
Publicado por Francisco J. Segovia -Granada-
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Hace 10 horas
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