Entre los gritos adolescentes
el motor de un coche derrapa
mientras paseas
con tu maleta de dos ruedas por la acera de enfrente.
Allí en el piso segundo,
arriba de la academia de idiomas,
una bata granate asoma seguida por unos ojos rumiantes
que miran y no te ven:
solo ven que eres alguien que pasa.
Las gotas de lluvia se mezclan
con el crujir de los aparatos de aire acondicionado
que son el toque burgués en la plomiza tarde.
Pasas buscando refugio para tu alma
arrastrando tus ganas de ser entre el gentío.
Te arropas con el ruido
y el aire a tu paso,
representa una incierta sinfonía.
La luz grita:
“Lloré,
grité,
sentí,
yo soy la fuerza del destino,
nada me falta,
nada quiero,
el amor”,
el universo sobre tus hombros.
Es la canción la que rompe las emociones
y el equilibrio triste en mil pedazos.
La canción pasea como tú por las calles
y golpea en la sien con aroma de silencio.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
DE FACEBOOK - 6187 - UN POCO MÁS ARRIBA DE LA PICOTA
Hace 10 horas
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