Por la noche acudí a mi clase, antes de terminar, el compañero que me lleva a casa salió presuroso, todos se fueron, me quedé sola y sin forma de transportarme. Lo lamenté —a esa hora no hay colectivos—, comenzó a llover, desee que no se hubieran ido, lo anhele tanto que se me concedió un poder: volver el tiempo atrás.
Por la noche acudí a mi clase, al terminar abordé el coche del compañero que me da ride a casa. El pavimento estaba resbaloso, la lluvia no daba tregua al parabrisas y en el camellón los oyameles balanceaban sus ramas lustrosas. Seguimos la ruta de la avenida cuesta abajo y llegamos al cruce de bulevares, el semáforo estaba en verde.
Del oriente, intempestivo apareció entre la lluvia un tráiler, no hizo alto; mi compañero gritó, intentó frenar a la vez que la caja se hacía grande ante nuestros ojos. El tiempo fue en cámara lenta, inició la danza entre metales, el tráiler giró a la izquierda, nosotros a la derecha 1,2,3,4, las luminarias en redondel observaban y mi pelo volaba... los oyameles alineados, la última imagen bella.
GABRIELA ESCOBAR -México-
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