Y así, como un hada bella y encantada
entraste tibia en mi vida
en aquella hermosa noche estrellada.
Me amaste entre tus misterios, y te fuiste
hasta la próxima luna llena
y no olvides el sabor de mi boca, me dijiste.
Me dejaste tu perfume, en mi almohada
y te fuiste en penumbras y silencio
en la dulce, triste y naciente madrugada.
Me dejaste las aromas tibias y dulces del amor
bella mujer, hija de los misterios
de nuestras ardientes noches, sólo de los dos.
Me dejaste, en la dulce voz de tus silencios
las bellas promesas de tú amor
que en la madrugada, se llevaron los vientos.
Me dejaste tus rizos de oro, pegados en mi pecho
entre tus lágrimas de cristal
de tu amor y tu pasión, ya mi corazón deshecho.
Me dejaste los más hermosos recuerdos en mi vida
y cuando la luna se encienda en la noche
tú volverás a mí, mi bella muchacha consentida.
Me dejaste la pasión de tus besos en mi piel
y la huella del rosedal de tu boca
con el aroma de tu aliento, que me sabe a miel.
Cada momento, cada instante de amor, contigo se va.
Mañana, mi amor de los misterios,
otro momento de apasionado de tu amor, me llegará.
Regresa siempre amor.
Porque en soledad sin ti
yo, me moriré por ti.
Manuel F. Romero Mazziotti -Argentina-
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